Escrito por Ricardo
Aqueveque y Pablo Rauld
En Le fond de l'air est rouge Marker
deseaba poder devolver al espectador lo que el llamaba “su poder”, a través del
comentario dirigente que es el del propio espectador, por medio del montaje, buscando
reflexionar con el espectador sobre lo que fue una parte dura de su vida
durante aquel periodo. La reflexión es el punto de partida, el método y la
culminación natural de esta película
No
pretende ser una reconstrucción histórica porque el montaje no está dispuesto
para imponer la evidencia prescindiendo del espectador, esta obra se basa en la
relación reflexiva entre realizador y espectador. Por esta razón Marker
escenifica aquella explosión y fragmentación del sujeto político clásico para
lograr que el espectador se cuestione sobre la necesidad de mantener la
profundidad de una memoria activa.
La
reflexión política y contextualizada del realizador permite señalar cómo las
partes constituyentes de todos los procesos revolucionarios han sufrido la
derrota como parte de un proceso largo e histórico, integrando los reformismos
comunistas y social demócratas o estalinistas, junto al maoísmo y el mundo
soviético junto con la utopia guerrillera, revolucionaria y libertaria de
América Latina.
Más
que demostrar que las revoluciones siempre tendrían el mismo final que en el Acorazado Potemkin en las escalas de
Odessa, se demuestra la realidad de las capas burguesas reaccionarias en las
sociedades occidentales.
Se
puede encontrar en esta obra la influencia que ha tenido sobre Chris Marker la
historia del cine documental si pensamos en términos de Mario Pezzela, en que el cine critico
expresivo hizo emerger los fantasmas y delirios de la modernidad donde se
conjugan de una forma simbólica, la comprensión y la integración de ellos mismos.
Esto se compara a una especie de terapia colectiva donde la humanidad trata de
reconocer y de modificar el carácter traumático de la experiencia (Pezzela,1996)
Esta
característica del cine critico-expresivo, en donde además el montaje es percibido
por el espectador involucrada en su trabajo de lectura y de interpretación
activa de la imagen, se opone a la concepción del cine espectacular que se
manifiesta como un válvula de escape, donde se presentan la inmunización y la
aceptación de lo espectacular por sobre el imaginario colectivo, en donde se
exhibe la imagen en cuanto imagen y la apariencia en cuanto a apariencia, donde
no se trata de engañar al espectador con falsas y fantasmáticas
representaciones, pues se le solicita constantemente su participación critica.
Esta
posición frente al cine es opuesta también a la actitud estetizante y pasiva
que permite la contemplación protegida del destino de las acciones provocando
ya sea sentimientos de temor o de admiración, pero sólo interiores y privados.
La critica- expresiva permite que el espectador en cambio se observe y de un
salto de conciencia para pasar del punto de vista del objeto manipulable a la
del sujeto dueño del propio destino.
En
este momento surge la experiencia televisiva, que se convierte en la máxima estatización
de la experiencia, pues se compara el
efecto de verdad (realidad) de la imagen televisiva con la cinematográfica, se
debilita la segunda y se eleva con mayor fuerza la artificialidad al estar
privada de la ilusión de simultaneidad pues nos muestra sólo los hechos del pasado
(cercano o remoto), esto comparado con la televisión presenta un desnivel porque
el cine documental se construye conciente de su naturaleza adulterada y construida.
Pero mas allá de pensar que esta situación puede traer ciertas desventajas en
cuanto a la inmediatez de la producción, puede en vez, presentar mayores y
mejores resultados en cuanto a profundidad y crítica social.
Para
Breschand, cineastas como Chris Marker han emprendido una crítica radical de
las representaciones desde el interior mismo del cine. Este realizador nos
muestra relaciones mediante la contraposición de planos para dilucidar cómo ha
sido la construcción del imaginario revolucionario del siglo XX, haciendo gran
uso del comentario en modalidad a veces epistolar como en “Sans Soleil” en donde
circula entre las imágenes al ritmo de la meditación del espectador, en cuyas
manos pone la libertad de poder reapropiarse de su propio imaginario.
Con
Marker el comentario llega a ser una cuestión de ejercicio de estilo personal,
pues es él quien plantea que “no
recordamos, reconstruimos la memoria así como se reescribe la historia”.
Somete las imágenes a la prueba de la duda y se vuelve sobre si misma, al tratar
de reapropiarse de las formas heredadas desde nuestro imaginario histórico.
Marker logra sacar a la luz las
maniobras de los poderes jerárquicos y burgueses presentes en nuestra cultura,
no usando al cine para forzar el testimonio ni tampoco forzar las confesiones,
pues no tiene un propósito ejemplificador ni moral que entregar pero posee un
horizonte político cuando el interrogante concreto del cineasta respecto a como
habita el mundo toca todo aquello que comparte con los demás, en donde se
estructura el presente y se articula lo singular en lo colectivo.(Breschand,
2004)
Chris
Marker es considerado un consumado maestro en el arte del comentario pues
establece un dialogo con las imágenes de forma
que no indica qué ver ni comprender, sino cómo las imágenes de archivo
muestran un acontecimiento provocando un cuestionamiento de la fabrica de imágenes
y de aquello que subyace en ellos, su ideología
y su imaginario. Porque para Marker no se trata de mirar las imágenes por lo que
representan sino de fijarse en el modo en que muestran ese tema, es decir, su
manera de filmarlo. (Breschand, 2004)
De
acuerdo a las categorizaciones de Nichols, el trabajo de Marker puede ser
considerado dentro de la modalidad de representación reflexiva, porque el mundo
histórico se convierte en le tema de meditación cinematográfica para el realizador
francés quien aborda el meta comentario para hablar del proceso de
representación en si, para llegar a la cuestión y cómo hablar acerca del mundo histórico.
En este ensayo visual el texto se desplaza del único foco de atención de la referencia
histórica hacia las propiedades del propio texto, conciente en si mismo, no
solo en forma y estilo sino que también en estrategia, estructura,
convenciones, expectativas y efectos.
Chris
Marker hace hincapié en el grado en que los actores sociales aparecen como
significantes, como función del propio texto, dirigiendo la atención del
espectador mismo hacia el proceso donde les plantea las problemáticas a tratar,
en este caso, la trayectoria de las reivindicaciones sociales y los sueños
revolucionario de las clases oprimidas durante la segunda mitad del SXX.
Los
sistemas de creencias de los actores sociales quedan por ende redituados dentro
del propio metacomentario del texto porque en este caso se trata del trabajo en
el texto y no del punto de vista particular de los testigos que vemos y oímos.
La
finalidad de esta modalidad es el encuentro entre realizador y espectador y no
entre realizador y sujeto. Para este propósito el espectador debe llegar a un
estado de conciencia intensificada de su propia relación con el texto y la relación
problemática con aquello que representa, experimentando una sensación de
presencia del texto en su campo interpretativo que es la propia situación del
visionado.
En
este punto la representación de la realidad debe contrarrestarse con un
cuestionamiento de la realidad de la representación porque sólo así se
puede llegar a una transformación política
significativa, porque la reflexividad no tiene porque ser puramente formal,
también puede ser profundamente política. En términos de un proceso de
compromiso político, en donde la experiencia de un efecto de alineación que satisface,
instruye y altera la conciencia social. (Nichols,
1997 )
Esta
bipolaridad de las estrategias reflexivas no se limita sólo a la forma y
conciencia ideológica, porque por ejemplo, según Peter Wollen, Chris Marker
haría referencia a la materialidad de las prácticas sociales en su conjunto. En
la estrategia reflexiva que podemos encontrar en la obra de Marker destaca la
manera en que aparece un tipo de materialismo preocupado por el conjunto de las
relaciones sociales hasta un materialismo del significante demostrando la
eficacia de la concientización política. Según Bertolt Brecht “la obra de arte política representa una diferencia
entre cómo son las cosas y cómo podrían ser”. En este caso, en Marker
tenemos que la reflexividad y la concientización están unidas porque a través
de una conciencia de la forma y la estructura y de sus efectos determinantes se
pueden crear nuevas formas y estructuras, no sólo en la teoría o estéticamente,
sino que en la práctica, socialmente, es decir, las restricciones ideológicas
pueden yuxtaponerse con posiciones alternativas.
Como
concepto político la reflexividad se basa en la materialidad de la
representación que dirige o devuelve al espectador mas allá del texto, hacia aquellas prácticas materiales que constituyen
al Estado. La reflexividad política elimina las incrustaciones ideológicas
mostrando un compromiso crítico y atención al funcionamiento de la ideología.
Dirige la atención hacia las relaciones
de poder y jerarquía entre el texto y el mundo que opera en la conciencia del
espectador, intensificándola progresivamente haciendo referencia a la
conciencia social e histórica colectiva situándola por ende en un contexto
fuera del particularismo individualista.
También
se nos presenta la reflexividad deconstructivista que altera y rebate los códigos
y convenios dominantes y jerarquizados de la representación documental
provocando en el espectador una intensificación de la conciencia. Chis Marker
destaca en su obra en tono reflexivo la naturaleza condicional de cualquier
imagen y la imposibilidad de llegar a una verdad indiscutible.
También
encontramos cierta reflexividad estilística cuando Marker quiebra las convenciones
aceptadas al trabajar el estilo denominado ensayístico, la concepción de este
tipo de texto alcanzó toda su
potencialidad con el desarrollo de la obra de Chris Marker, considerado como el
autor más comprometido con el género. Ya su primer film, Lettre de Sibérie
(1958), fue etiquetado por el crítico y semiólogo André Bazin como un ensayo.
Esta película realiza directamente una crítica formal y reflexiva en torno a la
supuesta objetividad de las imágenes documentales. En otras obras ha rondado
los límites entre documental y ensayo (como su celebrada Le Joli Mai, de 1962),
pero junto a “El fondo del aire es rojo” destacan dos filmes que caben en la
conceptualización que comprendemos como cine-ensayo: Le mystère Koumiko (1965) donde
Marker nos enseña la relación entre el cineasta y una joven que le conduce a
una reflexión sobre el pasado y la memoria; y Sans Soleil (1983) que nos propone
un viaje trascendental por variadas culturas y geografías construyendo la
memoria colectiva.
La función
discursiva que propone Renov y que puede ser utilizada para revisar la obra de
Marker es la llamada de analizar o interrogar, como respuesta a exigencias cognoscitivas,
una extensión de las actividades psicológicas que, según los psicólogos
constructivistas, permiten a los seres humanos organizar datos sensoriales,
hacer inferencias y construir esquemas. Mientras que se le ha prestado mucha
atención al rol de los procesos perceptivos y cognoscitivos en la construcción
de la historia, se ha escrito relativamente poco sobre una heurística de la
cognición o la analítica basada en el documental.
Según
María Luisa Ortega la expresión “cine directo” en el 68 ya había sustituido a
la de “cinèma veritè” porque esta “segunda era” del directo estaba más asociada
a la voluntad de intervención política y había logrado sentar las bases para el
Tercer Cine Militante propuesto por el
grupo de Cine de Liberación, cuyos máximos exponentes eran Fernando Solanas y Octavio Getino, que publican en su libro Cine Cultura
y Descolonización, que el tercer cine era “aquel que reconocía en
la lucha por la emancipación, la más gigantesca manifestación cultural,
científica y artística de nuestro tiempo, la gran posibilidad de construir desde
cada pueblo, una posibilidad liberada: la descolonización de la cultura". (Solanas
et al., 1973). Este cine derivaría de la polifonía original hacia la univocidad
del discurso
Durante
la época mas militante de Chris Marker le preocupaba que los pensamientos de
los habitantes franceses debían ser escuchados, por eso en “Joli mai” del 62 les pregunta a ellos mismos, imitando la
experiencia previa de Rouch y Morin, ¿es Ud. feliz? En su obra posterior hasta llegar a “El fondo…” la banda de imagen ya no se
limita al soporte físico de su discurso, pues pretenderá también evidenciar
cierta manipulación de la materia, usando recopilaciones de archivos y “found footages” que ilustran la manera
del discurso del cineasta, supera al clásico cine directo para instalar una
toma de postura y posición política cinematográfica, que cuestiona además al
objetivizante modo del “cinema verite”.
En
la investigación documental algunos ven el medio para alcanzar experimentalmente
nuevas figuraciones, otros lo ven acompañado de un compromiso político. Acá se
presenta a veces una encrucijada entre la exigencia política y la inquietud
estética. Si tomamos como posible punto de partida el concepto clásico de
propaganda nos demuestran que es un equivalente a lo que ahora entendemos
comúnmente por comunicación, desde su funcionalidad educativa cívica, por esta
razón se hace la diferencia cuando se utiliza el medio para prescribir y se
idealiza en vez de explorar vínculos que se crean artificialmente.
Por
eso el documental político aspira entonces a ser un medio para revisar el modo
en que la historia se manifiesta y se transmite, el modo en que nuestra memoria
se constituye, entre olvidos y lugares
comunes, constituyéndose en una critica de las imágenes.
Referencias
bibliográficas
Benjamin,
Walter: (1973) “El arte en la era de la reproductibilidad técnica” Ed. Taurus. Madrid.
Breschand,
Jean (2004): “El documental”, Paidós. Barcelona
Nichols.
Bill: (1997) “El dominio del documental” y “Modalidades del documental" en "La representación de la realidad" Paidós. Barcelona.
Pezzella, Mario: (2004)“Un arte de la modernidad”, en “Estética del cine” Ed. A.Machado Libros, Madrid
Pezzella, Mario: (2004)“Un arte de la modernidad”, en “Estética del cine” Ed. A.Machado Libros, Madrid
Renov, Michael: “Hacia una poética del documental” en
"History And/As Autobiography: The Essayistic in Film and Video",
Frame-Work, vol II, nº 3, 1989,
Barnouw,
Erick “El documental. Historia y estilo”
Weinrichter,
Antonio: “Desvíos de lo real”, T&B
García
marínez (2006) “La imagen que piensa. Hacia una definición del ensayo
audiovisual” en Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario