La materialidad de Caligari se
desplaza durante cada escena por planos que van desarrollando una atmosfera que
forma un relato expresionista que va atrapando la sensualidad de los personajes
del mundo de Robert Wiene. Hace además dialogar la expresión plástica con las
obsesiones de la mente humana cuando un hombre queda atrapado por sus delirios,
inserto en una representación compleja de la sociedad alemana pre-nazi, en donde
al igual que en otros intentos más contemporáneos (como la Cinta Blanca de
Haneke) se trata de retratar el espíritu psicopático de una comunidad que no
lograría escapar del caos y la persecución política.
La plástica de la puesta en
escena es alucinante, con escenografías inspiradas en el reluciente
expresionismo alemán con líneas diagonales, cortantes y puntiagudas que
atemorizan e impregnan una atmosfera dramática y aprisionante. Todo el mundo de
Calligar rebosa de figuras dentadas: casas, puertas y ventanas, calles y
pasajes, oficinas y muebles, cerros y montañas. Alucinaciones que recorren los pasadizos, techos y
habitaciones, que se impregnan en los personajes, de ropas gruesas y poco
cómodas, rostros dolientes entre danzas y movimientos fúnebres. Todo diseñado
por los artistas Walter Reinmann, Hermann Warn, Willi Hameister y Walter Rorigh
Las escenas producidas, de altos
contrastes de luces y sombras, con imágenes restauradas, coloreadas a mano y
con gran expresividad. Junto con carteles de títulos que también aportan a la
estética expresionista de arte y fotografía al mantener los textos originales.
Las transiciones atrapan la atención, se cierran los iris como una masa que
devora los primeros planos.
Esta obra se enfrenta
políticamente a la situación histórica opresiva y totalizante de un sistema
imperial, denunciaría los horrores del Imperio Alemán durante la Primera gran
guerra, y simboliza con sus personajes a los intentos de los poderosos por
dominar los actos de los débiles, que permanecían dormidos ante los actos
malévolos de sus dominadores. Desarrollándose inmediatamente un año después de
acabada la guerra, en la naciente y caótica República de Weimar.
Esta obra, al momento de su
estreno, sufrió las presiones de productores temerosos por represalias del
Gobierno alemán, y acabó siendo una alegoría hacia el desquiciamiento humano,
hombres atrapados en un manicomio, cuya mente enferma no logra diferenciar la
realidad de la ficción (otro arquetipo inspirador contemporáneo como en “La
isla siniestra” de Scorcese). En este Corte de Productor se idealiza a
Caligari, personaje a salvo de paranoias y persecuciones.
Era esta sociedad que se acercaba
vertiginosamente hacia el fascismo brutal la que será representada en “Das
Cabinet…”, tratando de alertar sobre el condicionamiento y apaciguamiento de
una comunidad frente a las manipulaciones de la oligarquía.
Es Cesare una señal de la
indefensión de algunos frente al poder que ejercen los Calligaris de una
sociedad, líderes megalómanos, que actúan frente a ciudadanos pasivos que
posiblemente llegasen a realizar actos que en estados de lucidez serían comúnmente
despreciados. Es Cesare quien simboliza,
por medio de una atracción de feria, a un pueblo dominado por los
poderes facticos, mientras los habitantes se mantienen adormecidos.
Un joven llamado Francis (Friedrich
Feher) le relata a su compañero una historia, un relato personal a modo de
flashback que explicaba los sucesos en la vida de su prometida Jane (Lil
Dagover). Cuenta que llega a su pueblo (Holstenwall) una feria de atracciones y
rarezas que el críptico doctor Caligari (Wernes Krauss) trata de aprovechar para montar su
espectáculo. Insistirá en colocar su novedad aguantando humillaciones y
desprecios de las autoridades. Mientras Francis y Alan, amigos desde infancia,
deciden asistir a la feria donde Caligari los espera e invita junto a toda la
comunidad a maravillarse con su rareza. Aparece Cesare (Conrad Veidt), un
sonámbulo, un autómata que ha obedecido a su opresor por 25 años. Este oscuro
personaje presagia la muerte de Alan antes del amanecer y se convierte en un
oráculo maligno y definitivo. Cesare ya ha atacado (el ministro que había
humillado a Calligari fue su primera víctima) y ya se preparaba para acabar con
quien lo había mirado a los ojos por dudar de su poder. Nadie sospechaba de
estos acontecimientos pero al momento de morir Alan, comenzará la psicosis
colectiva que involucrará a todo el pueblo, generándose una sospecha y rechazo
total a lo extraño, hacia los otros. El temor a lo oculto atormenta al pueblo,
que buscará hasta atrapar a cualquier sospechoso. El asesino amoral del pueblo,
un ladrón oportunista será acusado aunque Francis comienza a sospechar de otro,
de aquel extranjero que oculta sus pasos y trata de pasar inadvertido ya que
finalmente sólo es un débil anciano.
El ataque de Cesare contra Jane y
su cautivamiento descubrirá a los verdaderos culpables, el ladrón apresado es
liberado de culpa y Francis decide allanar la casa de Caligari, ayudado por la
policía logran desenmascararlo, Cesare
caía agotado y derrotado junto a Caligari. Descubierto su truco huye y
se refugia en un manicomio, Francis arrobado por la angustia lo persigue y
descubre como el director de la institución mental. Ante su desesperación pide
ayuda para desenmascar finalmente al tétrico Doctor. Los demás psiquiatras lo
ayudan y enfrentan al personaje con su verdad, que devela el delirio por un
personaje literario del siglo XVIII y su fascinación por los sonámbulos. La
realidad distorsionada de Caliagari lo llevará a ser apresado en su propio
edificio.
Se acaba el relato de Francis a
su compañero, al mismo tiempo se descubre la existencia de Cesare, confundido
con un interno del manicomio, al igual que Jane y Caligari, que derrumba la
cordura de Francis que aún creía en su historia, ya que ve al doctor suelto y
sin pruebas de sus delirios. Se concreta el desenlace temido, la historia dará
un giro y Francis terminará en camisas de fuerzas encerrado en una celda (...)
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