sábado, 27 de octubre de 2012

El oligopolio comunicacional internacional que llegará a Chile con la TV digital.


            El poder de dominación que las multinacionales del audiovisual ejercen en los mercados televisivos y cinematográficos al expandir por el mundo el relato aspiracional del sueño americano, se basa principalmente en el proceso de construcción de hegemonía, que Mosco define como “aquello que llega a ser incorporado y rebatido como la forma natural, de sentido común, tomándola por descontado, de pensar el mundo, incluyéndolo todo, desde la cosmología hasta las prácticas sociales cotidianas pasando por la ética” (Mosco, 2006, p.16). Esa aparente forma natural (naturalización) afecta los significados y valores que componen la diversidad de las culturas locales que al ser invadidas por estas transculturaciones serán considerados como prácticas propias que se manifiestan al confirmarse mutuamente. Entendido según Ángel Rama, no como una asimilación acrítica, sino como una reformulación teórica cuyo diferencial está en la idea de selectividad donde la energía dinámica de la cultura puede seleccionar, autónoma e intencionadamente, ciertos materiales para su reelaboración dentro de un principio de selectividad que opera sobre dos premisas: cuando los elementos seleccionados serán aquellos que permitan una consolidación identitaria de un pasado profundamente arraigado y también donde los elementos seleccionados de la cultura introducida serán, por lo general, críticos y recusatorios respecto de esa cultura-, (Rama, 1982)
Ante esta realidad García Canclini ya observaba que se produjo una reorganización de los consumos culturales donde lo que tendió a primar fue el consumo doméstico, pues se transformó la relación social que primaba en el consumo emergente del mercado cinematográfico en una atomización de las prácticas de consumo cultural, directamente relacionado con la baja asistencia a los centros comunes de consumo (cines, teatro, espectáculos) y una disminución en los usos compartidos de los espacios públicos. (Sunkel, 2002)
(…) una pérdida de peso de las tradiciones locales y las interacciones barriales la que es “compensada” por los enlaces mediáticos. En definitiva, frente a la pérdida de peso de las tradiciones locales se produce el reforzamiento del hogar y, a través de este, la conexión con una cultura transnacionalizada y deslocalizada en que las referencias nacionales y los estilos locales se disuelven. (Sunkel, 2002, p.7) 
Para Martín Barbero estos cambios han generado una nueva relación de los diversos públicos con la televisión, que surge de la experiencia doméstica convertida por la alianza televisión/computador como nueva espacialidad del territorio virtual, donde entra en crisis con respecto al espacio de lo nacional y, en consecuencia, de la cultura nacional: “Pues, desanclada del espacio nacional la cultura pierde su lazo orgánico con el territorio, y con la lengua” (Barbero, 1999, p.90 en Sunkel, 2002, p.8).
Así, los nuevos consumos culturales impuestos como aspiraciones de vida se han mezclado con las prácticas propias y los modos de participar desarrollado principalmente por los sujetos jóvenes que se apropian de lugares y uso de los productos, en donde la cotidianeidad familiar y la solidaridad vecinal o de barrio, como la temporalidad social deben enfrentar una competencia cultural con la televisión y las nuevas tecnologías, sufriendo procesos de desintegración producto de las transformaciones en la ciudad, dejando de operar como instancias de mediación. (Sunkel, 2002)
La situación del consumo cultural, según Canclini (1999), será “el conjunto de procesos socioculturales en que se realiza la apropiación y los usos de los productos”. Mientras que para Barbero el consumo es la producción de sentido donde lo que importa son los usos que se le dan en la sociedad ya que provienen de diferentes competencias culturales (Sunkel, 2002). Por ende, los medios de comunicación no serían sólo un fenómeno comercial ni de manipulación ideológica, además serían fenómeno cultural con el que la gente “vive la constitución del sentido de su vida” (citado en Sunkel, 2002, p.3). Esta situación, que ya a fines del siglo XX provocaba amplios cuestionamientos, aunque no tenía una mejor consideración en el pasado reciente ya que incluso los monopolios públicos europeos, vistos durante años como un prototipo de la televisión de alta cultura y del espacio público, fueron también considerados como patrones paternalistas de los estándares culturales de la clase media-alta. Así como el modelo de network estadounidense se consideró como un cómodo oligopolio que atentaba contra la libre competencia. Al igual que el progresivo deterioro del sistema público los escasos países donde se mantenía en América Latina, en Chile desde fines de la dictadura de Pinochet se desmanteló totalmente el innovador modelo universitario, predominando luego un “oligopolio diferenciado” entre unas pocas empresas dominantes (Bustamante, 2003).

Las compañías trasnacionales fuertemente integradas, como Time Warner, News Corp. y Sony, crean productos mediáticos con un efecto multiplicador plasmado en, por ejemplo, un lanzamiento escalonado que podría empezar con la exhibición de un filme de Hollywood en cines, seguido en aproximadamente seis meses de un DVD, y poco tiempo después, de una versión para pago por visión, cable de pago y, finalmente, tal vez de su difusión en abierto por televisión terrestre. (Mosco, 2006, p.11)

Mientras las grandes cadenas norteamericanas consiguieron exportar hacia Latinoamérica sus programaciones completas adheridas a sistemas de cable de pago o satelital, generando discriminaciones y forzando a consumir productos que la audiencia no cuestionaría siquiera el doblaje a la lengua y el desconocimiento de la cultura de cada país. Provocando que los grandes grupos se hayan adaptado a las nuevas tecnologías, supuestamente más democráticas, al fijar alianzas con las multinacionales norteamericanas, mientras que las televisiones públicas, por su deplorable oferta y su obligatoriedad de competición comercial, ven descender rápidamente su peso en el mercado.
La lucha por la legitimidad y la supervivencia de la televisión pública frente al poder de dominación extranjero, hará que los ciudadanos busquen un cierto reconocimiento de sus identidades, lo que se expresará en las preferencias de consumo audiovisual para competir con el monopolio que ha impuesto la industria de la televisión privada, quienes, por lo demás, son los más beneficiados por los grupos multimediales transnacionales que han visto aumentadas sus ganancias gracias a la televisión digital, (también en Chile se acentuará prontamente la interdependencia), generando mayores nichos de mercados globalizados. Para Canclini, esto generaría la existencia de una competencia entre las clases y los grupos por apropiarse del producto social, ya sea como diferenciación social o como distinción simbólica, o bien de integración y comunicación. (Sunkel, 2002)
Mientras surgen espacios que deben luchar constantemente por arrebatarle algo de espacio a los gigantes de las comunicaciones para subsistir, el oligopolio adquiere gracias a la concentración horizontal, participaciones mayoritarias en operaciones mediáticas que no están directamente relacionadas con el negocio original, comprando la totalidad o parte de un negocio que se encuentra absolutamente fuera de los medios. Utilizando además las estrategias cada vez más monopolizadores de integración vertical, donde las empresas de comunicaciones extienden el control de la compañía sobre el proceso de producción convirtiéndose así en plataformas multimediales. (Mosco, 2006)
Ante la pronta incorporación en el sistema de televisión chileno de la norma que posibilitará la era digital, se deben considerar aspectos relevantes que han sido destacados por variados analistas independientes que refutan los supuestos beneficios que traería esta nueva tecnología, y que son escépticos “sobre la posibilidad de un impulso apreciable a la producción local por la televisión digital (…) de forma que, al menos en ausencia de una regulación adecuada, este efecto puede producirse sólo a mediano –largo plazo” (Bustamante, 2003, p.23). Se ha demostrado en esta década que el sistema televisivo digital no se ha vuelto compatible con la comunicación interactiva auténtica sino, más bien, se ha fortalecido como una televisión “reactiva” tanto en su estructura comunicativa como en su modelo económico, el que conocen y que les permite mantener el control hegemónico de la comunicación volviéndose un sistema cada vez más “jerarquizado, centralizado y cerrado” (Kim y Sawhney, 2002, citado en Bustamante, 2003, p.28).
Es importante destacar que el trabajo de los analistas independientes ha permitido que la observación empírica señale hechos irrefutables:

(…) que el ensueño de la convergencia tecnológica y de su consiguiente fin de la escasez de frecuencias y de soportes, identificados automáticamente con la libertad generalizada de transmisión y el pluralismo, se traduce en la práctica en una mayor concentración de poder privado sobre las infraestructuras y la oferta de contenidos. (Bustamante, 2003, p.28)

Esta realidad, que en Europa y Estados Unidos se instaló, permite criticar con fundamentos al discurso dominante que asegura un sinnúmero de beneficios en lo económico, cultural y educativo al dejar que el mercado se regule a sí mismo en esta nueva etapa y como ya se ha instalado en otras áreas de producción nacional. Por esto, es necesario exigir que existan fuertes políticas públicas televisivas y audiovisuales para garantizar el desarrollo económico, el empleo y la diversidad (Bustamante, 2003). Ya que en el proceso de instalación de este sistema, lo más probable es que se repita el escenario europeo donde han surgido nuevos problemas laborales (de horarios o de remuneración de los derechos de autor multisoporte), pero también han surgido graves problemas profesionales, que “afectan a la libertad creativa y de expresión como los controles y censuras potenciales desde las nuevas figuras técnico jerárquicas (los media managers, system media managers, etc.) que administran el sistema (Bustamante, 2003, p.12).
Cabe preguntarse, entonces, dónde se instalan los sujetos excluidos de la sociedad de la información los que, como lo ha señalado Martín Barbero, “seguirán siendo una mayoría si la escuela no asume el reto de asumir la tecnicidad mediática como dimensión estratégica de la cultura” (Sunkel,2002,p.10) y cuál es el rol de la economía política para buscar integrar a quienes apoyan la democracia solicitando igualdad en el ingreso, acceso a la educación, y participación pública plena en la producción cultural y una garantía del derecho a comunicarse libremente. (Mosco, 2006, p.4)
Por ejemplo, los sistemas de comunicación en los Estados Unidos se encuentran hoy moldeados por un puñado de compañías que incluyen empresas establecidas en el país como General Electric (NBC), Viacom (CBS), Walt Disney Company (ABC) y Time Warner (CNN). Existen otras que incluyen empresas no establecidas en Estados Unidos, tales como News Corporation (Fox), Bertelsmann y Sony. (Mosco, 2006, p.14)

Esta división fue identificada en términos territoriales donde la mano de obra no cualificada y la semi-cualificada se encuentra concentrada en las naciones subdesarrolladas y semi-periféricas, mientras que la investigación, desarrollo y planificación estratégica está limitada a las oficinas centrales corporativas del Primer Mundo, donde circularía la mayor parte de las ganancias, aumentando la concentración industrial y un proceso de trabajo que incluye una división del trabajo internacional y que les permite ganancias, explotando en áreas de bajos salarios a trabajadores predominantemente no sindicalizados sometidos a un régimen de control autoritario. (Mosco, 2006)

Referencias

Bustamante, Enrique. (2003) Hacia un nuevo sistema mundial de comunicación. Las industrias culturales en la era digital. Barcelona. Ed. Gedisa

García Canclini, Néstor (1999) “El consumo cultural: una propuesta teórica”. En: Guillermo Sunkel (coord.): El Consumo Cultural en América Latina. Colombia: Convenio Andrés Bello

Miège, B. (1989): The Capitalization of Cultural Production, New York, International General.

Martín Barbero, Jesús (1999) “Recepción de medios y consumo cultural: travesías”. En Guillermo Sunkel (coord.): El Consumo Cultural en América Latina. Colombia: Convenio Andrés Bello

Mosco, Vincent. (2006) La Economía Política de la Comunicación: una actualización diez años después. Canada Research Chair in Communication and Society. Queen’s University. Más información en:

Rama, Ángel. (1982) “Transculturación narrativa en América Latina”.2ª ed. Buenos Aires. Ed. El Andariego.

Sunkel, Guillermo. (2002) Una mirada otra. La cultura desde el consumo. En libro: Estudios y otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura y poder. Daniel Mato (compilador). Caracas, CLACSO. Disponible en la World Wide Web: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cultura/sunkel.doc

Wasco, Janet. (2004) La Economía Política del cine  en Toby Miller y Robert Stam (eds.): A companion to Film Theory. Londres, Blackwell Publishers.

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