sábado, 27 de octubre de 2012

El conflicto entre nacionalismo y modernización como formador de identidad en obra Luna Caliente de Mempo Giardinelli.




El personaje central de este relato, Ramiro Bernárdez, es un intelectual formado en Paris, una ciudad letrada y culturizada donde se elaboraba un alto discurso de identidad nacional. Ciudad donde no existiría sólo un discurso homogéneo, pues la alta diversidad de grupos sociales guiados por sus propias tendencias identitarias se diferenciarían completamente del mundo al que ha retornado Ramiro.
El contexto que circula por la obra de Giardinelli posiciona a Ramiro en una situación determinada por la hegemonía cultural y política que se vivía en Argentina durante los primeros años de la dictadura militar. La certeza de lo inevitable se presenta sobre el personaje central, las condicionantes del espacio y del tiempo lo dominan y le ordenan actuar irracionalmente pues se vive en una época irracional y sin sentido. La calentura, la excitación hasta perder el control total, en esa Argentina del 77 era una situación ridícula con “la luna caliente de diciembre, la luna hirviente, ígnea, del Chaco” (p.63).
Las constantes alusiones hacia la precariedad de la vida en la provincia cuando “(…) vino a parar a este pueblo de mierda (…)” (p.14), se hacen para destacar el discurso modernizador que se usa al referirse a Paris, como ideales.
Existen claras referencias al contexto histórico que se vive en el espacio narrativo, con las detenciones y controles en carreteras en búsqueda de los agentes subversivos en contacto con el comando radioeléctrico militar donde se siente la angustia por la incertidumbre y el peligro constante  porque “(…) Así le habían contado que se vivía en el país, desde hacía un par de años” (p.16). Creando el conflicto entre el pasado (y su propio proceso modernizador) y este presente modernizado a la fuerza “(…) Este país es una mierda, Ramiro. Era hermoso, pero lo convirtieron en una completa mierda.” (p.18)
Un país que impone su ley como institucionalización de la nación. Su lógica está encarnada en las representaciones de la ley. Para imponer la “lengua de la ley” se debe aglutinar a la gente en la ciudad (aglomeración), para afianzar al Estado Nacional, administrando y definiendo los límites públicos de la ciudad. La ciudad entonces se desterritorializa y se mueve constantemente de posición.
Por ende, en el espacio público no caben otras identidades más que las nacional, este discurso conservador de derecha toma mucha relevancia cuando la dictadura argentina intenta reacondicionar una nación entera a los deseos de unos pocos.
Se habla en esta novela sobre las posibilidades violentas en que se ven envueltos los hombres de esta nueva y extraña época que es, paradójicamente, humana y que deben enfrentar a la ley constantemente como forma de reafirmar su existencia y obtener el permiso de existir, pues ellos ya no son libres  porque son determinados por las fuerzas del poder.
Desde que se imposieron las dictaduras en Latinoamérica, nacionalistas y  modernizadoras a la fuerza, lucharon contra la idea del sujeto colectivo como parte de una comunidad, instalando la base modernizadora liberal que sólo premia al individuo. El nacionalismo que tiene como meta la modernización empuja a la comunidad hacia el paradigma individualista. Se encuentran las identidades diversas que operan en forma de capas condensándose en la ciudad, conscientes de la propia identidad, que se entienden al ser la identidad ya no un cuerpo sino que una estrategia, y que posee su lugar privilegiado en el espacio público, transformándose en un contrato simbólico.
Es decir, estas revoluciones neoconservadoras impusieron, por medios violentos, un modelo de producción y exportación de capital muy definido, con el afán de decretar y adelantar la modernización latinoamericana. Se instala el debate de cómo la comunicación ha permitido la hegemonía capitalista convenciendo (o seduciendo) al mundo popular, convirtiéndolos en sus aliados, como una comunidad de individuos, para los cuales sus contratos simbólicos ya no son estables pues son portadores de identidades carentes de sensibilidad y flexibilidad.
El discurso identitario de Ramiro se expresa al decir “(…)sabía que iba a pasar; lo supo en cuanto la vio. Hacía muchos años que no volvía al Chaco y en medio de tantas emociones por los reencuentros, Araceli fue un deslumbramiento (…)” (p.1), debe enfrentarse a la mujer fuente de belleza y locura, representado como los anhelos de juventud y libertad, que le vuelven loco.
Esa lucha entre la locura y la belleza son articuladas por figuras y recursos literarios. Es Minaya Álvar Fáñez una figura literaria popularizada por las menciones que aparecen en el Cantar del Mio Cid, que representa una especie de álter ego del Cid, cuya función es permitirle en los momentos más críticos poder expresar sus sentimientos más ocultos.  También se refiere al Fausto de Goethe, donde la vida de Fausto se veía determinada por una especie de Mefistófeles  que lleva a la perdición al Doctor, enloquecido por su amor hacia Margarita y que sigue buscando la libertad por todos los medios. Así como la frase clásica; “Catón discurseando *Carthaginum esse delendam*”, atribuida a Catón el Viejo que pronunciaba cada vez que finalizaba todos y cada uno de sus discursos en el Senado romano. También con el Catoblepas de Borges, una imposible criatura que se devora a sí misma.
"Pero yo ya no soy un prójimo; soy un proscrito, un condenado”, dice Ramiro, haciendo alusión a Dante Alighieri, utilizando figuras y tropos literarios como Francesca Da Rímini, una noble italiana cuyo trágico destino fue inmortalizado por Dante en La Divina Comedia, utilizando los símbolos del adulterio y la lujuria. Así también el Minotauro y  Gerión. El autor nombra también a Semíramis, reina de la antigua Siria,  hija de la diosa Derceto, de rostro de mujer y cuerpo de pez, que fue abandonada en el desierto por su madre para que pereciese. Dido, fundadora y reina de Cartago, que en la Eneida se muestra como la victima del destino, condenada a morir de un amor que no le nació de manera natural, sino del poder de Cupido. Cleopatra, la antigua reina de Egipto, musa  inspiradora del dolor por la belleza. Elena, figura literaria de la belleza maldita para los hombres. Todas estas figuras hablan de un personaje eternamente condenado a la verdadera condena que es ser joven o bello y estar vivo en tierras de nadie, como el caso de Ramiro.
Los marginados e integrados de la nacionalización/modernización hegemonizan y contrehegemonizan constantemente, es por esto que los seres detestables pero atractivos, como Ramiro, machistas misóginos que le temen a la libertad y el sentido común, luchan contra la sensatez, representada por lo femenino, con su aparente fragilidad que se contrasta con seres violentados y violentos en si mismos, que no pueden aceptar y reconocer la diferencia, razón  por la que rechazan al otro sexo. Hombres sin honor que no reconocen su humildad, su pequeñez infinita e inmensurable: que apenas pueden ser considerados siquiera un hombre, pues no distinguen el bien del mal, que niega la condición humana que permite enfrentar la adversidad del mundo que oprime para modificarlo todo “(…) Ah, pero vanidad y horror son mala mezcla cuando andan juntas (…)” (p.34). En un país donde “(…) un asesinado no es importante. Los galones los ganan contra los subversivos” (p.39), donde “la discreción no suele ser la característica de la policía” (p.43), que se quiere probar algo, lo hace y listo, en un  país caliente, afiebrado y enfermo, desde la llegada de los militares y hasta diciembre de  1977, cuando se transforma en  un país en “guerra interna”, en guerra contra quienes eran considerados como subversivos.
Hombres abyectos que sólo condicionan sus acciones hacia un objetivo individualista mayor, como por ejemplo tener un puesto como funcionario del gobierno militar, como Ramiro, hombres ideales para “(…)el proceso en el que estamos empeñadas las fuerzas armadas (…) un proceso de largo plazo, entiéndalo. Un proceso en el que el verdadero enemigo es la subversión, el comunismo internacional, la violencia organizada mundialmente. Nuestro objetivo es exterminar el terrorismo, para instaurar una nueva sociedad (…) porque necesitamos construir una sociedad con mucho orden. Pero se trata de un orden en el que no podemos permitir asesinatos, y menos por parte de gente que puede ser amiga. (…)” (p.47)
Las referencias literarias directas también permiten entender cómo se ha construido el espacio donde habitan los personajes, con la explicitación de De Quincey y Dostoievski (que sugirió al honor sólo como una superstición), se complementa la idea de que se vuelve inevitable el dejarse atrapar por un mundo violento y cruel donde se hace “alarde de cinismo o de ociosidad” (p.28) cuando el hombre goza, disfruta, admira, el horror del crimen y del asesinato. Mundo donde el crimen deslumbra a los hombres pero que condenan después puesto que no es útil para soportar un sistema erguido sobre una ilegitima legalidad. Donde se pueden representar las muertes de cientos y miles por la muerte de un solo individuo.
Existen alusiones a la cultura popular inmaterial con León Gieco, músico y cantautor popular argentino, Charly García, músico y compositor argentino. Canciones de María Creuza, la matriarca de la bossa nova, y un tema de Jobim, uno de los grandes exponentes de la música brasileña. Romero de Torres, pintor cordobés, que retratara la belleza de “la mujer morena”. Denevi, escritor y dramaturgo argentino.
También se nombran características de la cultura material, como el “viejo Ford del 47”, que se relaciona con la producción del lujo en la modernización capitalista  del automóvil en la era del consumo en masa; que por cierto contribuyó  a alterar drásticamente los hábitos de  vida y del trabajo, transformando la fisonomía de las ciudades latinoamericanas, como también lo hace con el camión "Bedford", en ciudades subdesarrolladas donde se consume Coca-Cola, como forma de sentir la modernización. Todas estas son claras alusiones a los elementos presentes en este espacio modernizado, en donde se enfatiza la relevancia de su nombre y lo que implica subtextualmente su utilización, frente al desarrollo, capitalismo avanzado, ecología, pulcritud de aquel París moderno que su nación subdesarrollada y sucia intentaba alcanzar pero que al igual que en la realidad europea, con una infinita frialdad en la gente.
La clase de hombre que se describe en esta novela es la de un hombre superado por las circunstancias que lo rodean y lo constituyen a si mismo, quien intenta “(…) dormir... eso era todo lo que quería hacer en ese momento. Olvidarse de su inconsciencia, de esa brutalidad que él desconocía en si mismo y que ahora le repugnaba recordar (…). (p.11)
El individualismo forzado no puede aceptar la derrota, el fracaso, pues no tiene capacidad de frustración, lo desea todo de inmediato y sin preveer las consecuencias, por eso para Ramiro era imposible reconocer el error y aceptar “la idea del repudio de la gente, de su familia, de sus amigos que sólo tres días antes, al regresar al Chaco después de ocho años, lo habían recibido con el antiguo cariño, con esa especie de admiración que produce, a los provincianos, el que un coterráneo haya recorrido el mundo.” (p.11) El éxito y la admiración del ser individualista  descarta toda clase de escándalo social.
Para los hombres que deben subsistir en este mundo imposible de imaginar hasta ese momento se crea la paradoja entre las relaciones de igualdad, de justicia con la oligarquía que lo domina todo y que no deja pensar claramente al hombre, lo vuelve “frío e inescrupuloso”; capaz de hacer y aceptar cosas horripilantes de manera consciente pero sin opciones, pues ya se encuentra perdido. Convertido en “(…) un monstruo, súbitamente un monstruo. La culpa había sido de la luna. Demasiado caliente, la luna del Chaco. Sobre todo, después de ocho años de ausencia. Perdido por perdido. Estaba jugado”. (pp. 20-21) Monstruo que se siente totalmente determinado por las circunstancias que le apremian.
Pero más allá del discurso como producción de identidad, donde lo literario y lo político son capaces de producir cultura, los estudios culturales latinoamericanos aplicados a esta novela permiten considerar a la identidad como proceso generado por las relaciones que implica la comunicación, al construir al sujeto popular moderno, el que se relaciona desde la comunicación moderna.



Referencias.

Giardinelli, Mempo (2000). “Luna Caliente”. Edit. Six Barral, Buenos Aires. En http://es.scribd.com/doc/7330498/Giardinelli-Mempo-Luna-Caliente

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