viernes, 26 de octubre de 2012

Benjamín y la cultura de masas en Warhol.





Si bien Benjamín planteó sus conceptos hace varias décadas en un contexto muy diferente al actual, gran parte de su trabajo sigue siendo aplicable en ciertos aspectos al momento de analizar la cultura de masas hoy en día, aunque al mismo tiempo se quedan estancados y sólo servirán como objeto de estudio en la contraposición del desarrollo de lo que hoy podemos considerar “artes” y su relación con la cultura pop. Y es que al hablar de “aura” como fue concebida, la creación basada en la mecanización de la producción de la obra, estaría carente de esa unicidad y lejanía aparentemente “aterrizada” de las obras visuales y sonoras, en la que la mano del pintor/escultor varía según los diferentes estímulos que éste reciba en el momento creativo, así como el espectador se encontrará pasivo frente al estímulo.
Más aún, mientras Adorno exigía concentración por parte del espectador u oyente (…),Benajmin era más favorable a las implicaciones positivas de la distracción: “las tareas que en tiempos de cambio se le imponen al aparato perceptivo del hombre no pueden resolverse por … la contemplación. Poco a poco quedan vencidas por la costumbre…sólo cuando resolverlas se le ha vuelto una costumbre, probará poder hacerse en la dispersión con ciertas tareas”. Era a partir de este supuesto que Benjamin podía terminar su artículo abogando por la politización comunista del arte como respuesta a lo que él denominaba el “esteticismo (fascista) de la política. (Jay, 1974, p.346)
Al mismo tiempo que una interpretación musical podría ser repetida mil veces, pero sigue siendo auténtica, al considerar que la misma obra tuvo una ubicación espacio/temporal (o sólo temporal) diferente, una audiencia distinta (o al menos en su estado mental del aquí y ahora). La relación pulsional no será la misma en un museo que en las páginas de una revista así como no será igual en un recinto cerrado con capacidad de espectadores limitada que en un espacio abierto con características de mega evento. Por lo tanto la reproducción técnica terminaría acabando con la autenticidad de la obra de arte.
Ahora bien, ciertos movimientos artísticos (algunas vanguardias) vendrían a destrozar aquel concepto elitista del arte en el momento mismo en que lo popular o cotidiano se reinterpreta como arte. Así, se pone en jaque si es acertado continuar hablando de aura en una obra que está basada en la reutilización de objetos y de gran reproductibilidad (o sacada de ella), más aun si aquella obra está inserta en un contexto en el cual el arte es mercantilizado (acto muy antiguo por cierto) y esa misma mercantilización termina siendo objeto de arte sea del ámbito que sea (la Marilyn Monroe de Andy Warhol).
Si bien la forma de entender lo que Benjamín quiso establecer al hablar de “aura” en su estudio no tiene total cabida en la producción artística contemporánea, si acertaba al decir que las representaciones ya no son de carácter trascendental y es que con el mismo ejemplo del arte pop podemos extraer que la representación va ligada estrechamente a las líneas que ha establecido el mercado de consumo audiovisual ya que es de este mercado donde los artistas contemporáneos obtienen su materia prima. Así también quien crea a partir de una crítica a dichos mercados sigue utilizando los íconos a los que esta cultura del consumo está tan habituada, como por ejemplo la temprana técnica del collage, técnica que en un momento determinado es una crítica muy estilizada de este mercado icónico. Ahora, del mismo autor desprendemos otra distinción:
La recepción de las obras de arte sucede bajo diversos acentos entre los cuales hay dos que destacan por su polaridad. Uno de esos acentos reside en el valor cultual, el otro en el valor exhibitivo de la obra artística. (…) El alce que el hombre de la Edad de Piedra dibuja en las paredes de su cueva es un instrumento mágico. (…) Hoy nos parece que el valor cultual empuja a la obra de arte a mantenerse oculta: ciertas estatuas de dioses sólo son accesibles a los sacerdotes en la «cella». (…) A medida que las ejercitaciones artísticas se emancipan del regazo ritual, aumentan las ocasiones de exhibición de sus productos. La capacidad exhibitiva de un retrato de medio cuerpo, que puede enviarse de aquí para allá, es mayor que la de la estatua de un dios, cuyo puesto fijo es el interior del templo.” (Benjamin, 1989)

Tomaremos la obra fílmica “Sleep” de Andy Warhol para aplicar dichos conceptos. La obra mencionada de una duración de 5 horas y 20 minutos trata de un sujeto durmiendo. A medida que avanza, distintos planos de variada duración van siendo montados, mostrando cierta parte del cuerpo con una gran duración y otra distinta de muy corta extensión. Si hacemos un análisis desde la construcción imaginaria podríamos remontarnos a la historia de la escultura antigua, principalmente de las figuras antropomorfas de los dioses griegos cuya función cultural estaba en la creencia  de estas divinidades que interferían directamente en la vida de los hombres.
Muchas de estas esculturas aspiran a un ideal de la figura humana y como esculturas, la contemplación de ellas tiene un carácter religioso y en la práctica, tridimensional y personal, ya que es el espectador quien observa aunque este sea guiado o interpelado por un sacerdote u oráculo. Su valor recaía en lo cultural, aunque ahora solo sea exhibitivo.
Pues bien, la obra “Sleep” evidentemente no tiene un fin religioso, es de lo que se puede decir tiene un fin exhibitivo, pero no es sino la misma búsqueda que tenía el artista griego, como el renacentista, de explotar las capacidades de la forma humana en ciertos estados, así el hombre que duerme durante 5 horas es explotado hasta el cansancio por el lente de la cámara que registra todo el proceso, siendo éste aparato una herramienta para el ojo humano y permitiendo observar lo que normalmente no se podría. Esta obra minimalista, sería inútil si no se exhibiera, pues su fin último el poder ser apreciada por otros, quienes pueden hacerlo como se les plazca. Si en este punto nos quedamos con obras de valor cultural, las únicas que mantienen esa esencia son previas a la revolución industrial (y las técnicas de reproducción serial), pues las lógicas de la cultura de masas, industrializada a veces e independiente en otras, termina valorándolas en su exhibición y no en su valor trascendente, siendo la misma pintura, la música, etc., asumidas en su función social, política, económica y hasta espiritual, para luego caer en el juego de la mercantilización, juego en el cual se introducen estas obras (como en el mencionado arte pop).



Referencias
BENJAMIN, Walter (1989) La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, publicado en Discursos Interrumpidos I. Buenos Aires. Taurus
Jay, Martin. (1974) La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt. Madrid. Taurus.




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