sábado, 27 de octubre de 2012

Análisis a las lógicas de desarrollo de las industrias culturales



Al considerar a los sujetos excluidos como sujetos pertenecientes a una clase social, la economía política devela cómo el acceso a los medios masivos y las nuevas tecnologías de la comunicación siempre estará influenciado por las desigualdades en el ingreso y la riqueza en la sociedad, lo que permite el acceso libre para unos mientras otros son excluidos.
Al estudiar la Economía Política y aplicarla a la comprensión de las industrias culturales, y en especifico al cine, se debe considerar a las películas como mercancías producidas y distribuidas dentro de una estructura industrial capitalista controladas por grandes empresas trasnacionales. El cine es por lo demás producido por las mismas compañías operadoras en el campo de la comunicación o de los medios cuyo número es cada vez menor pero su influencia aún mayor. Al establecer esta situación como premisa en el análisis de las industrias culturales cabe especificar cómo han intervenido las tres principales lógicas que conviven con este escenario, la mercantil, la estatal y la de los movimientos sociales. (Wasco, 2004)

a.         La lógica mercantil que reposa exclusivamente sobre las virtudes del mercado y el condicionamiento, la distribución y venta de la información y la cultura como mercancía, se presenta en las compañías multinacionales que han diversificado su mercado hacia todo tipo de actividades mediáticas, “con el objetivo prioritario de maximizar los beneficios mediante el establecimiento de sinergias entre los diferentes departamentos de la empresa” (Wasco, 2004, p.8).
En Latinoamérica, donde el negocio del cable pagado se ha convertido en un asunto exclusivamente trasnacional, existen grandes grupos inversores que llevan e instalan sus corporaciones desde un país a otro, lo que hace que la competencia en el mercado de la comunicación por cable se encuentre directamente afectada por la economía y ante la retirada del Estado, que no tiene mayores atribuciones para regular o entregar concesiones, autorizaciones y licencias, las privatizaciones conformarán un sector oligopolista y de poder cruzado con las telecomunicaciones tradicionales (Bustamante, 2003)
Para Wasko, Philips y Purdie (1993), el cine también ha sufrido una progresiva comercialización a partir del crecimiento del product placement, las promociones cruzadas con el cable pagado y el merchandising que ha sido potenciado por el marketing cinematográfico. Lo que ha generado dos consecuencias evidentes, dentro de las observables, sobre el trabajo comunicativo, que demuestran su carácter oligopólico cuando no monopólico en cada soporte: “la aparición de nuevos perfiles profesionales que exigen procesos de aprendizaje permanente y nuevas habilidades técnico- creativas; y la difuminación de competencias y saberes entre profesiones antes nítidamente separados como periodistas, cámaras, productores y editores”. (Bustamante, 2003,p.12) La diversificación y dispersión son poco coincidentes con los de la televisión clásica y las lógicas modernas en el cine por lo que se han impulsado alianzas y absorciones en dimensiones nunca antes contempladas en el sector.

b.         La lógica estatal, que antiguamente luchaba por anteponer la legitimación del rol del Estado en nombre del interés público, será con el capitalismo neoliberal, sólo promotor de la industria de las telecomunicaciones que, con el paso del broadcasting al narrowcasting y el incremento de agentes en el sector telecomunicacional privado, alentará la concentración y la competencia entre lo público y lo privado rompiendo los monopolios u oligopolios (públicos o privados según los países) que habían caracterizado el sistema clásico durante décadas.
El fenómeno será evidente en la Europa occidental en donde el final del predominio de los monopolios marcó un fuerte descenso inicial de audiencias de las cadenas públicas por la aparición generalizada en todos los países de competidores privados. También en los países en donde los Gobiernos han otorgado concesiones y posiciones dominantes a los operadores de telecomunicaciones y a los grupos de comunicación más poderosos o a aquellos externos como eléctricas, aguas, ferrocarriles o la banca.
Además de los recortes financieros públicos, junto a la perdida de legitimidad del servicio público en el discurso hegemónico, y el marco competitivo mixto para el que no estaban preparadas “las televisiones públicas se enfrentarán así a una conocida disyuntiva que se resolverá con estrategias diferentes en cada país: o el reforzamiento de las notas y funciones del servicio publico, con riesgo de marginalidad en el mercado o la búsqueda de la maximización comercial de su oferta que incrementa aún más su deslegitimación social y política” (Bustamante, 2003, p.6).
Resulta extraño, por decir lo menos, o decididamente sospechoso que ningún país de los que se hace alusión en estas investigaciones, haya mostrado un real interés en potenciar a la televisión local o regional en formato digital, dejando todo el desarrollo del medio en manos de las trasnacionales, siendo que las ondas digitalizadas tienen, teóricamente, la potencialidad de despejar los caminos para las cadenas nacionales por su capacidad de diversificación, proximidad y existencia de servicios interactivos que ayuden a volver a legitimizar, por parte de la audiencia, a una plataforma comunicacional que jamás debiera haberse perdido.

c.         La lógica de los movimientos sociales - para los que la información y la comunicación son instrumentos de lucha, de toma de conciencia y de formación de identidades - sirvió durante la década de los 90 para identificar un proceso nuevo: el éxito y consolidación en algunos países de las iniciativas locales en cuanto a producción especialmente de ficción, transformándose en un nicho rentable, aunque presentara complicaciones de integración regional de las áreas lingüísticas y de crecimiento simétrico.
Si bien los estudios institucionalistas crearon el marco para documentar cómo grandes compañías de medios podían controlar la producción y distribución de productos de los medios masivos para restringir la diversidad de contenidos - específicamente, dejando de lado el trabajo que cuestiona las posiciones pro-negocio - fueron los estudios neomarxistas, la teoría de los sistemas mundiales y otros comprometidos con el debate sobre la globalización quienes colocaron a la clase social en el centro del análisis, enfocándose en la relación entre el capitalismo monopólico, la automatización y des-cualificación del trabajo, y el crecimiento de una división internacional del trabajo; instalando el sentido crítico de la injusticia de la industria cultural en las comunicaciones, como un orden corporativo mayor explotador y antidemocrático. (Wasco, 2004)
Quien se destacó desde esta tendencia es el belga Armand Mattelart, que recurre a una variedad de tradiciones que incluyen la teoría de la dependencia, el marxismo occidental y la experiencia de los movimientos de liberación nacional en todo el mundo, para entender la comunicación como uno de los recursos principales de resistencia al poder. “Su trabajo ha demostrado cómo los pueblos del Tercer Mundo, particularmente en América Latina utilizaron los medios masivos para oponerse al control occidental y crear noticias y medios de entretenimiento autóctonos” (Mosco, 2004, pp. 7-8). Así también para Miège, cuya postura se ubica en el extremo opuesto del espectro, es decir, es contrario a la división del trabajo que saca ventajas de trabajadores en áreas no sindicalizadas que además se encuentran bajo regimenes totalitarios. Para este teórico, existe otro tipo de producto, “los grabados y lo que él llama “realisations audio-visuelles”, se produce casi únicamente con trabajo artesano, no es fácilmente reproducible, y requiere inyecciones relativamente bajas de capital. Ello soporta un sector artesanal dominado por pequeños negocios y posibilita el control generalizado del productor o el trabajo”. (Miège, 1989 en Mosco, 2004)
Así como la investigación norteamericana ha demostrado su preocupación por participar en movimientos sociales, luchas de oposición que se desarrollan para cambiar los medios dominantes y crear alternativas, la investigación europea también está relacionada con movimientos para el cambio social, particularmente en defensa de los sistemas de medios de servicio público y en la integración de las instituciones de comunicación, principalmente empresas y autoridades legisladoras estatales, dentro de la economía capitalista y la resistencia de las clases y movimientos subalternos, reflejados principalmente en oposición a las prácticas estatales neoconservadoras.
Referencias
Bustamante, Enrique. (2003) Hacia un nuevo sistema mundial de comunicación. Las industrias culturales en la era digital. Barcelona. Ed. Gedisa

Miège, B. (1989): The Capitalization of Cultural Production, New York, International General.

Wasco, Janet. (2004) La Economía Política del cine  en Toby Miller y Robert Stam (eds.): A companion to Film Theory. Londres, Blackwell Publishers.

Mosco, Vincent. (2006) La Economía Política de la Comunicación: una actualización diez años después. Canada Research Chair in Communication and Society. Queen’s University. Más información en:

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