Para
algunos teóricos la violencia política que históricamente se ha presentado en
Chile tiene antecedentes claros y definidos recién a partir de la influencia
que tuvo en Latinoamérica la Revolución Cubana, por sobre otras situaciones
como la acumulación de experiencias durante siglos de resistencia popular e
incluso la historia del siglo XX con la Revolución Rusa, así que socialistas y
comunistas se enfrentaron a un “ contexto histórico internacional y nacional,
(donde) los dos únicos partidos chilenos que habían sumido con altos y bajos la
doctrina de la lucha de clases, definiendo la violencia como método de acción
política y la dictadura del proletariado como objetivo, enfrentarán un nuevo
desafío: la Revolución Cubana” (Arancibia, P. 2001 p.20). De este modo se habría
sistematizado una manera de alcanzar el poder por medio de la lucha armada como
política de Estado. Esta visión es comúnmente justificada por los medios
masivos de comunicación chilenos con la finalidad de responsabilizar de la
violencia política a influencias externas, caracterizadas como contrarias a las
ideologías liberales que ellos profesan.
“Como se ha visto, si
bien durante la primera mitad del siglo XX la violencia política en Chile
estuvo vinculada teórica y prácticamente a la formación del Partido Comunista,
cuyo actuar siguió las directivas de la III Internacional para luego adoptar
las estrategias de “coexistencia pacifica” y del socialismo en un solo país”, a
partir de los años 60 un hecho de importancia regional habría de inaugurar una
nueva y trascendental fase en la historia de la violencia política en
Latinoamérica y Chile: el triunfo de la Revolución Cubana, Fidel y el Che, los grandes
lideres del movimiento revolucionario, redefinieron la lucha armada convirtiéndola
en una política de Estado y de partido, exportable a todos los continentes
tercermundistas. (Arancibia, P. 2001. p.20)
Mientras que historiadores como
Gabriel Salazar plantean una sistematización de la clase popular que se ha
constituido durante dos siglos como la masa mayoritaria de la sociedad nacional
y, aunque jamás haya sido considerada teóricamente como corpus central dentro del estudio social, ha provocado
manifestaciones políticas tan complejas que ha terminado confrontándose en
forma de necesidades frustradas de la clase popular que han logrado amenazar la
estabilidad de la institucionalidad nacional, acumulándose conocimientos y
memorias que desencadenan en movimientos sociales difíciles de delimitar .
“Ni a las tendencias
históricas ni a los movimientos sociales se los puede combatir con una
estrategia de guerra geopolítica concebida sobre un acotado campo de fuerzas.
Simplemente, porque unas y otros tienen capacidad infinita de autoreproducción.
Son tejidos que se autorregeneran. Se puede, en consecuencia, conducir su
desarrollo, pero no eliminar la fuerza de su latencia permanente: una fuerza que sólo obedece a una
configuración positiva, no a un antagonismo negativo. De aquí que un “actor
protagónico” puede ser, por la violencia, rebajado a la calidad de una mera “identidad
social”, y aún ésta rebajada a la abyecta calidad de “masa disponible”, hasta
perder toda referencia posible a un marco estructural que dé sentido a un
proyecto histórico ; pero aún así no desparece el instinto de movimiento, el
latido de una vida histórica elemental, respecto de la actual la actitud VPP
(violencia política popular) es casi siempre la forma política más a la mano y
más lógica. Con tanta mayor razón si, en torno a esa vida elemental, permanecen
alertas la memoria histórica, diversas instancias de educación popular y formal,
la militancia de base busca recomponer la ecología social de su identidad
activista, y el mismo acosante Estado “históricamente irresponsable de todo” (Salazar,
G. 2006. p.281)
Podemos
complementar lo propuesto con la constatación historiográfica que propone la
idea de que muchas de las manifestaciones populares que se ven estos días
siguen coincidiendo con aquellas formas de protestar que los sectores populares
levantaban como formas de intervención, igualmente validas aunque fueran
violentas, contra la propiedad publica y privada de la oligarquía del siglo
XIX.
En toda situación de
conflicto social, los aspectos que más preocupaban a la élite dominante y a sus
medios de comunicación social, la constituían los sectores populares y sus
formas de intervención violenta contra la propiedad pública y privada y contra
el aparato de seguridad del Estado- la policía y el ejército-. Era dicha
conducta violenta la que amagaba la estabilidad social y proyectaba situaciones
de desorden institucional que era necesario contener. La presencia de las
turbas populares en el centro cívico, amagando los locales comerciales y los recintos
que cobijaban al poder, o las bandas de campesinos armados que saqueaban las
propiedades de la oligarquía hacendal, comenzaron a transformarse en un
fenómeno complejo, difícil de resolver para la élite. (Goicovic, Igor. 2004. P.11)
En
el período de guerra fría las movilizaciones (resistencia de las dictaduras
militares, crisis económicas, ollas comunes, manifestación anti carestía y
reformas universitarias) motivan, según Salazar y Pinto (1999), a una “explosión” de la base social en
Latinoamérica, esto contrario al común denominador de lo que fueron las
protestas obreras y movimientos sindicales de finales del S. XIX y comienzos
del S. XX. Ya a partir de las manifestaciones estudiantiles de Mayo del 68 que
los sociólogos utilizan el término movimiento
social. Esta es la base de donde se acuña el concepto que generaría gran
debate teórico en su momento y con variados matices dados en el tiempo.
La nueva movilización
ciudadana muestra autonomía (no está manipulada por el Estado, ni por partido
político, ni por caudillos), convergencia espontánea de actores sociales de
presencia nacional (estudiantes, pobladores y profesores, sobre todo, con apoyo
parcial de sindicatos, empleados y otros sectores). Está animada por una
cultura social autogestionaria con 35 años de desarrollo… Pero está a
medio-camino. Necesita ampliar su articulación de actores y definir un
itinerario de empoderamiento continuo. El movimiento estudiantil es el que trae
el mayor bagaje de temas ‘soberanos’ (la autogestión juvenil viene ‘asesorada’
por las nuevas ciencias históricas y sociales, que han elaborado una gran “caja
de herramientas” sobre la realidad chilena, que no existía en 1970) junto a una
decidida voluntad de cambio. [1]
Tomando
en consideración estas aclaraciones históricas se debe precisar que al momento
de plantearse frente a la violencia social y a la menos caracterizada como violencia
política, la que se ha presentado en las calles durante estos últimos meses en
Chile, se desconocen las razones historiográficas de las manifestaciones
sociales violentas, ya sea como forma de reivindicación política o como llamado
de atención ante la impotencia de jóvenes molestos y enrabiados con el sistema hegemónico
dominante que les presenta una
estructura de desigualdades insoportables. Basándose por ello en las defensas
de aquellos que no han tenido la oportunidad de defender sus posturas en medios
de comunicación que se organizan para criminalizar sin mayores cuestionamientos
a quienes toman tan compleja decisión de resistencia ante el sistema que les
oprime.
“En
cada ocasión que los estudiantes y las organizaciones populares se movilizan en
el espacio público, los medios de comunicación al servicio de las clases
dominantes chillan al unísono: ¡Violencia! Se suceden las imágenes de jóvenes
encapuchados que levantan barricadas, arrojan piedras sobre la fuerza pública y
destruyen parte del equipamiento urbano. Los conductores de televisión, los
reporteros en la calle y una variada gama de opinólogos condenan rápidamente
los hechos. Se suceden sin ningún rigor conceptual anatemas tales como:
“Violentistas”, “terroristas”, “anarquistas”, “lumpen”, “delincuentes”, etc.
Pero nadie, no obstante, se ha preocupado de analizar de manera rigurosa las
causas que precipitan la comisión de los actos violentos y mucho menos se ha
intentado explicar el profundo trasfondo político que subyace a este tipo de
protesta.
Quienes
protagonizan este tipo de manifestaciones son personas (mayoritariamente
jóvenes populares), profundamente molestas con el sistema de dominación de
clase existente actualmente en el país. Están molestos con el modelo económico
que los explota a ellos, a sus hermanos o sus padres; están molestos con la
estructura inequitativa de la sociedad que condena a una parte importante de la
población a la miseria o al endeudamiento crónico; están molestos con la
represión policial, que golpea cotidianamente sus poblaciones; están molestos
con el imaginario simbólico que recrea un mundo de fantasía que sólo se
encuentra disponible para unos pocos privilegiados. Existe un largo acumulado
de tensiones, frustraciones y desencantos que se han venido acentuando y que,
hoy día, en el marco de las movilizaciones sociales (estudiantiles,
medioambientales, indígenas y recientemente de trabajadores), se expresan como
rebeldía popular.”(Goicovic,2011)
Para investigadores como Manuel
Guerrero persisten los desconocimientos en tanto influencias y justificaciones
ideológicas por la sistemática criminalización de estas formas de acción
directa que se hereda desde la dictadura.
“Como herencia de la utilización
del concepto por parte de la dictadura militar, el terrorismo siempre es
referido y relacionado con la izquierda política. A pesar de este uso libertino
de la palabra, el concepto de terrorismo en Chile tiene muchas connotaciones no
discutidas y destinatarios específicos”. (Guerrero, M. 1999. p.343) Pero el
significado de violencia comúnmente es extrapolado y comparado con los
conceptos de terror y terrorismo, los que no gozan para nada de claridad teórica
en la literatura sociológica, y menos aún en los medios de comunicación, cuando
en la prensa autoridades y personalidades
de nuestro país, utilizan el concepto indistintamente para demostrar acciones
aisladas o colectivas, como de carácter subversivo, que identifican el uso de
la violencia presuntamente como principal modus
operandi. De esta manera, el terrorismo en los medios de prensa comparte un
gran escenario con violentistas, encapuchados, o incluso grupos paramilitares.
“Cuando se
toma el tema de la violencia estudiantil rupturista en su dimensión singular, y
se deja de referirla a la herencia de la dictadura en ella, los partidos de
izquierda renovados culpan, sin escrúpulos, a su propio pasado, al marxismo, o
marxismo-leninismo, como una doctrina obsoleta que conduce al terrorismo,
mientras que los partidos de izquierda no renovada culpan al anarquismo de ser
la gestora de la violencia ciega y desorientada. En ambos casos se parte del
supuesto de que hay ideologías puras del pasado que tienen una relación directa
con las acciones del presente (…) Evidentemente que hay influencias ideológicas
pero por sobre todo, existe una construcción activa de identidad en estos
grupos, que desarrolla sus propios mecanismos de interpretación y producción de
ideología. Es clara la diferencia de los actuales colectivos de acción directa
con el pasado teórico y practico de la izquierda, del marxismo clásico. No
estamos frente a la reproducción de viejos patrones, sino que estamos frente a
un nuevo fenómeno ideológico y organizacional, que a pesar de la autorreferencia
explicita al carácter de clase del movimiento al marxismo- leninismo, se
distancian de manera radical de los postulados de este. (Guerrero, M. 1999. p.349)
El descontento social
y las demandas sociales se entienden cuando “en
el debate público periódicamente aparecen insatisfacciones acerca de su
concepción programática como servicio público televisivo (…)y(…)La audiencia no
demanda frivolizar la programación de TV sino que tienen la expectativa que le
sirva para enfrentan sus carencias y mejorar sus conductas...”(Fuenzalida,
V. 1997.P.233) Frente a los riegos del término de la TV pública y los cambios
que se generarían en este modelo por la aparición de la TV privada
“los gobiernos (ante
las urgencias sociales) no tenían legitimidad para seguir destinando enormes
sumas de dinero a un deficitario sistema televisivo público que tenía
decreciente público televidente por cable para disponer de una oferta más
amplia y diversificada (...) así que “las medidas correctivas fueron introducir
la TV privada abierta, la TV por cable, favorecer las emisoras regionales,
fomentar la producción televisiva independiente para que la competencia
obligara a la innovación cultural a
bajar costos, y a introducir financiamiento publicitario parcial en
estaciones públicas…” (Fuenzalida, V. 1997.P. 236)
Si bien TVN no tiene
fines de lucro, al ser una institución autónoma, es decir que se encuentra al
margen de cualquier orientación político- partidista, corporativa, social,
económica o religiosa, de todas formas tiene la necesidad de una eficiencia
administrativa para autofinanciar su operación y su futuro desarrollo ya que “acorde
con la reforma mundial de los sistemas `públicos de TV y con la introducción de
televisoras privadas en Chile, la nueva ley obliga a TVN a competir por
audiencia y por publicidad en igualdad de condiciones con las que otras
empresas televisivas y explícitamente se les prohíbe recibir aportes del estado
“ (ley número 19.132
art 24º-28º), lo que le daría cierta
ventaja en cuanto a la posibilidad de pluralismo ideológico , cultural y una
información útil hacia los intereses nacionales. (Fuenzalida, V. 1997.P. 239)
Los
procesos culturales en tanto necesidades educativas culturales, diversidad
cultural y pluralismo se verán en la TV pública a partir de potenciar estos
procesos lo que propone una apropiación al debate de la audiencia. Entendiendo
que una programación de servicios públicos únicamente reducida al aspecto de la
diversidad cultural y del pluralismo político, siendo indispensable no será
insuficiente pues no responde plenamente a las nuevas situaciones
histórico-políticas, ni a las necesidades educativas culturales.
“El concepto de
industria cultural ha necesitado ser recatado del descrédito y del desprestigio
que le atribuyó la escuela de Frankfurt , para quien esta moderna condición
industrial parecía abominable. Pero la condición industrial es parte de la
puesta en existencia del lenguaje y de la obra televisiva; y el nuevo escenario
de internalización vuelve inescapable el asumir el aspecto del desarrollo viable
de la industria televisiva…” (Fuenzalida, V. 1997.P. 245)
Para llegar a
comprender la importancia, relevancia o influencias que conlleva el hecho que
los medios de comunicación, tanto públicos como privados, establezcan
relaciones de semejanza entre los Movimientos Sociales y la Violencia, abordando ambas, desde
un punto de vista negativo y condenatorio, es necesario establecer, a partir de
diversas definiciones lo que se entiende por violencia. Por ejemplo, para
Edison Otero y Ricardo López (1984), Violencia
y Agresión son conceptos coincidentes:
“El término
agresión, lo entendemos como un tipo de conducta que causa daño o dolor en un
organismo (...) La agresión se expresa de modo corporal o verbal (...) conlleva
necesariamente un propósito que puede ser declarado o latente. (...) La
violencia, por su parte, es la manifestación abierta, declarada y casi siempre
física de la agresión. (...) es la agresión en su expresión o dimensión social.
(...) En términos generales, utilizamos el término agresión para referirnos a
ciertos comportamientos únicamente en un ámbito interpersonal; en tanto que
reservamos el término violencia para la agresión en su expresión social y
política.”
La violencia es la
manifestación abierta de agresión, la cual es una conducta que provoca daño en
un Organismo. Si bien, la agresión puede ser física o sicológica, la violencia
generalmente se conforma como una declaración física de agresión. Si bien se
confunden ambos términos, la violencia se utiliza para expresar la agresión
social y/o política, a diferencia de la agresión que se utiliza en contextos
interpersonales. Podríamos decir entonces que la violencia conlleva una
motivación ideológica, y la agresión no. Ahora bien, la violencia está
relacionada con el poder y la fuerza, pero a diferencia de éstas, la violencia
necesita de herramientas. Además, cabe destacar que la Violencia ha tenido un
papel decisivo en cuanto al desarrollo de la Sociedad y de la Humanidad como
tal:
“Nadie
consagrado a pensar sobre la Historia y la Política puede permanecer ignorante
del enorme papel que la violencia ha desempeñado siempre en los asuntos
humanos, y a primera vista resulta más que sorprendente que la violencia haya
sido singularizada tan escasas veces para su especial consideración.” (Arendt,
2005).
Esto
significa que la violencia ha sido necesaria o ha estado presente a lo largo de
toda la Historia de la Humanidad, desde los inicios de la sociedad humana,
incluso, Roberto Espósito (2009) menciona esta relación existente entre
violencia y comunidad: “La violencia
entre los hombres no sólo se inicia al comienzo de la historia, sino que la
comunidad misma muestra estar fundada por una violencia homicida.” Y algo
que cala aún más profundo en la consciencia, es que la violencia no surge por
diferencia, sino por igualdad:
“Cuando hay
demasiada igualdad, cuando esta llega a afectar al ámbito del deseo y lo
concentra sobre el mismo objeto, entonces desemboca inevitablemente en la
violencia recíproca (...) lo que produce una violencia insoportable no es un
accidente externo cualquiera, sino la propia comunidad en cuanto tal. De hecho,
eso que es más común en el hombre: vale decir, la posibilidad de matar y de ser
muerto.” (Espósito, 2009)
Ahora
bien, si la violencia es inherente a la comunidad, entonces, ésta no debiese
ser escondida, condenada, o rechazada en la manera en la que se hace cuando
está justificada por ejemplo, con actos de injusticia, o de eterna explotación
que obviamente traen consigo el descontento y el hastío del pueblo y el deseo
de organizarse de manera colectiva para acabar con esa opresión. Sin embargo,
si están siendo relacionados de este modo, es porque los intereses políticos y
económicos ejercen un poder hegemónico en los medios de comunicación masivos,
como lo son los diarios, la radio y la televisión.
La
diferencia del Internet, donde el acceso a la información es más diverso, múltiple
y de fácil adquisición, resulta casi como la única excepción a los medios de
comunicación oficiales, que abundan. Quizás
lo que influye en esta diferenciación no sea tanto cómo los medios entregan la
información, sino más bien, de la capacidad crítica que posea el espectador. Ya
que muchas veces ésta no se obtiene gracias a una buena educación, algo más
determina que existan personas capaces de notar las diferencias e injusticias
de las que está llena comunidad humana, realizando segundas lecturas y sabiendo
racionalizar el pensamiento crítico.
Lamentablemente
el enfoque principal de los medios de comunicación, con las comparaciones
injustificadas entre el movimiento
popular y la violencia, dan a conocer
cuáles son los aspectos más relevantes a la hora de entregar información por
parte de los, separando los enfoques en distintas categorías. La primera de
ellas será la de la imagen. Se puede concluir que ante la necesidad del medio
de comunicación de informar sobre lo más contingente, lo que puede afectar a la
seguridad pública, e incluso, lo que llame más la atención para el público,
situación que sigue determinada por el rating que genera, en los canales, se
abusa de ciertas imágenes donde aparecen encapuchados y disturbios dentro de
las notas informativas.
Sin embargo, han
existido marchas (o manifestaciones masivas) que tenían gran atractivo para la
audiencia, como por ejemplo la marcha del 6 de julio de 20011 o “Besatón”
(fuertemente retratado en medios extranjeros), que pudiendo ser potenciadas,
pierden protagonismo ante las alusiones al “extremista”, “encapuchado”, etc…,
que sin hacer aparición en la actividad ocupa una gran proporción de tiempo por
parte de los medios. En el canal público se minimizan los contextos y razones
de dicha manifestación y se consideran como sabidas las demandas exigidas, por
lo que no se indagaría mayormente sobre las motivaciones de los manifestantes,
sólo destacando la novedad performativa de la intervención.
Mientras que en los
canales privados puede observarse que en
las notas informativas respectivas, se rescatan otros elementos, en este caso
el rechazo de los estudiantes a los anuncios de Sebastián Piñera en cuanto a
educación. Es decir, la creatividad de los jóvenes para mostrar su molestia,
parecía ser menos importante para el canal privado, que la reacción ante los
actos de gobierno. Se destaca que uno de los aspectos más invisibilizados
dentro de los medios de comunicación, es el abuso policial en las marchas. Una
amplia variedad de videos en la plataforma audiovisuales de información, así
como estudiantes y los mismos dirigentes universitarios, daban testimonio de
una realidad que no era dada a conocer en su plenitud por los medios de
comunicación analizados. De hecho en diversas ocasiones se realizaban denuncias
por medios alternativos, que aseguraban que carabineros se hacían pasar por “encapuchados”
y que hacían ellos mismos disturbios para posteriormente tener acusaciones
contra el movimiento estudiantil. Sin embargo, no fue un tema tocado más que en
radios como Cooperativa o Radio Biobío,
y medios alternativos. De hecho sólo cobró importancia cuando el diputado Fuad
Chuahin confirmó que el imputado era carabinero.[2]
Se
puede concluir en base al análisis que la figura de poder representada por
carabineros representa ella misma una figura de autoridad que sigue sin
cuestionamientos las órdenes del Ministerio del Interior. Por lo mismo, su responsabilidad en la
violencia se atribuiría a la necesidad que han tenido de asegurar el orden
público. Siguiendo la misma línea, se ha mostrado la propuesta de Ley de Seguridad
del estado, presentada por Rodrigo Hinzpeter, como una solución a los
disturbios mencionados de manera previa en los noticieros. Cuando se presentan
hechos criminales por parte de carabineros, es porque representan delitos
evidentes con una investigación detrás. Lo fue el caso de la muerte de Manuel
Gutiérrez, joven de 16 años de Macúl, que fue baleado y dio inicio a una gran polémica, ya que
después de haber negado la participación de la policía al momento de confirmar
la autoría por parte de un carabinero se destaca un decaimiento de la figura de
poder representativa de seguridad.
El ciudadano que no
participa de las manifestaciones, por otro lado, se presenta como una víctima,
ya que sufre las consecuencias de la marcha, como saqueos y efectos de gases
lacrimógenos. Se destaca el noticiero como si se pusiera de su lado para
defenderlo y protegerlo del peligro, formando una especie de empatía que podría
repercutir en una audiencia fiel a la frecuencia. Otro de los puntos es el
político, que está muy poco presente
dentro de la información, aparece tras las marchas, presentando su malestar
ante los disturbios y desórdenes después de las marchas. Un discurso que se ve
absolutamente contrapuesto con las declaraciones de los líderes estudiantiles
que alcanzan un nivel de popularidad mucho mayor. Son figuras que serán explotadas
por todos los canales, que se vuelven actores políticos colectivos protagonizando
la mayoría de los discursos en los noticieros.
Podemos decir
entonces que el ser un canal público o un canal privado no tiene gran
diferencia en nuestro país, ya que ambos se rigen por las leyes de Mercado y
además porque los intereses que se ven representados son prácticamente los
mismos. No existe oposición en los medios de comunicación. La imagen del
encapuchado deja de formar parte del universitario que marcha o del ciudadano
descontento, sino que se vuelve un criminal. De hecho abundan las imágenes del
encapuchado realizando disturbios y daños en las calles. Uno de los casos
emblemáticos es la última marcha del 18 y 19 de octubre de 2011, donde la
imagen que fue destacada por los noticieros fue la quema de un autobús. Donde a
pesar de no tener ninguna prueba de que los estudiantes estaban involucrados y
menos aún de intenciones criminales, ni daño a la gente, se advertía del
peligro que éstos podían representar.
La violencia, los
estereotipos y el terrorismo en los noticieros
televisivos se masificaron y generaron una tendencia desinformativa, donde se
han caracterizado por entregar información parcializada que niega la posibilidad de un debate real
para que se presenten por lo menos dos puntos de vista contrarios que discutan
las razones de los acontecimientos y que analicen las causas de las reacciones
de los manifestantes. Al contrario, por
mantener la seguridad pública y cierta estabilidad política, las acciones son
rápidamente criminalizadas antes de cualquier formalización o investigación, en
los casos que han sido denunciados. La idea de lucha, la violencia y la
manifestación popular dejan de ser fundamentales para el medio, lo que importa
para los canales, son las consecuencias inmediatas que la violencia en las
calles desatará, aprovechando la atractiva estética que dichas imágenes traen
consigo para ganar rating. El morbo es más atractivo que toda denuncia con
respecto a la situación social en la cual se encuentra esta sociedad.
Referencias
Manuel Guerrero A
(Jan. 1999), Elementos para una comprensión de los colectivos de izquierda
estudiantil : encapuchados, violentistas, terroristas? /. En Revista Investigación y crítica. -- --Vol. 1, no.1 p. 343-362.
Arancibia Patricia. (2001). Los orígenes
de la violencia política en Chile, 1960-1973. Santiago : Universidad Finis Terrae, CIDOC : Libertad
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Salazar, Gabriel. (2006). La
violencia política popular en las "grandes alamedas": la violencia en
Chile 1947-1987 : (una perspectiva histórico-popular) / Santiago de Chile : LOM Ediciones.
Igor Goicovic Donoso. Consideraciones teóricas
sobre la violencia social en chile (1850-1930) en Revista Ultima década.--Vol. 12, no. 21 (2004), p. 121-145.
en http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/goicoi/goico0001.pdf
Goicovic. Igor. Dr (2011). La Rebelión
Encapuchada. Universidad de Santiago de
Chile. Directordel Magister en
Historia de la Usach. En
http://radioenriquetorres.blogspot.com/2011/09/la-rebelion-encapuchada-igorgoicovic.html
Fuenzalida, Valerio (1997). Televisión y cultura cotidiana: la influencia
social de la TV percibida desde la cultura cotidiana de la audiencia. Santiago,
Chile: Ed. CPU
Arendt, Hannah (2005). Sobre la Violencia. Madrid, España: Editorial Alianza.
Martí i Puig, Salvador (1999). Los Movimientos Sociales. En: http://campus.usal.es/~dpublico/areacp/materiales/Losmovimientossociales.pdf
Otero,
Edison y López, Ricardo (1984). Televisión
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Espósito, Roberto (2009). Comunidad y Violencia. Madrid,
España: Circulo de Bellas Artes
Fernando
Carrión Mena* Jorge Núñez-Vega. Revista eure (Vol. XXXII, Nº 97), pp. 7-16,
Santiago de Chile, (diciembre de 2006.) * Profesores _ investigadores del
Programa de Estudios de la Ciudad de FLACSO-Ecuador. En: _:www.scielo.cl/scielo.php%3Fpid%3DS0250-71612006000300001%26
[2] 9 de Agosto del 2011. Se confirma acusación de que carabineros de la
Dirección de Inteligencia Policial, se habría hecho pasar por infiltrado, http://www.youtube.com/watch?v=_q0OZHQ4bRM
http://www.theclinic.cl/2011/08/09/diputados-pc-acusan-a-carabineros-de-fondear-a-infiltrado-en-el-congreso/
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