El desarrollo de la cultura por
medio del arte y la estética en relación con la formación cinematográfica.
El hombre, como sujeto creador, se
desarrollaría en un proceso ascendente
de perfeccionamiento, en donde la educación y el arte tienen un rol
trascendental. Puesto que el arte no es un fenómeno aislado, ya que la obra de
arte es un producto que se nutre de la sensibilidad del hombre inserto en su
contexto, así también el educador, inserto en este contexto, cumple el rol de
generar el redescubrimiento de sus alumnos hacia los valores representados por
el arte, logrando con esta formación educacional hacer captar la belleza hacia
modos integrales a través de una adecuada comprensión de los símbolos y la
transfiguración artística.
A través del aporte del artista como
educador, o formador cinematográfico particularmente, se buscaría recobrar la
sensibilidad de los estudiantes hacia los valores estéticos para combatir la mediocridad de las imágenes que se
masifican y naturalizan a través de los medios de comunicación, como el cine
comercial y la televisión de mercado, que dejan de lado la formación de los
valores de la belleza. Se recomienda por ende una educación integral que
considere al arte, la estética y la ética, dentro de sus programas para la
comprensión axiológica de los valores trascendentales y de ese modo tomar
conciencia de la influencia de la cultura en la vida de los individuos y su
relación con el arte.
Por ende la relación entre arte y
cultura implicaría la necesidad de generar los estímulos necesarios en niños y
jóvenes estudiantes, motivando la creación en sus diversas expresiones junto
con el incentivo hacia el estudio de los diferentes factores que constituyen la
Obra Artística o cinematográfica, enfrentando de este modo al estudiante hacia el
descubrimiento de la belleza. Se entiende entonces a la cultura como un fenómeno
dinámico, activo y renovado, donde el hombre cumpliría un rol fundamental de creación,
considerándose como un concreador que
conoce, aprovecha y respeta a la Naturaleza.
Esta concepción altamente humanista
se fundamentaría en la existencia de un "creador
supremo" de la naturaleza que rodea al conocimiento del hombre y su creación
a través del tiempo y del espacio. Se denomina cultura entonces al proceso de
humanización del hombre que se realiza mediante la vivencia y el conocimiento
de la cultura emulando al creador de
la belleza natural. De este modo, la capacidad de valorar la belleza en la obra
de arte cinematográfica dependerá del grado de cultura alcanzado por el
individuo para trascender y perdurar en su existencia etérea, según una capacidad
abstracta denominada espíritu. Pues el sujeto creador se realiza a sí mismo
creando algo y buscando siempre en la naturaleza la belleza para re-crearla y
de ese modo extasiarse en su contemplación. Esta inspiración artística (intuición) del hombre,
más allá de la contemplación física, a través de su carácter unitario y
permanente se ha desarrollado a través del tiempo para apuntar hacia la
armonía, (principio universal), donde todos los elementos constitutivos
concurren armónicamente a un propósito o finalidad unificadora.
La educación y la formación integral,
particularmente en la disciplina del cine, sería la base para la intuición creativa
ya que la culturización permite
al ser entender la obra (lo que significa, transmite y transfigura), posibilitando
la preparación del sujeto para recibirla. La importancia de la cultura y de la situación histórica (su contexto) se
presenta del mismo modo cuando el hombre cuenta con el goce estético, que produce placer al momento de la captación de
lo bello, perdurándose un goce o satisfacción a ser evocado en otro momento, en
forma de imaginación, propiciada por la captación de lo bello para entender lo
que representa un símbolo o imagen en su
contenido estético, espiritual y universal.
Ya que la progresión lógica del artista transfigura
la naturaleza, no sólo mediante conceptos, pues también concrea, da a las cosas
creadas una nueva significación, un valor universal que elevaría al hombre,
dignificándolo cuando se une espiritualmente con los otros, como forma de ser
parte de la armonía del cosmos. Esta consideración teologista-humanista
considera que la obra de arte debe entenderse como la visión que se introduce
por sobre las líneas y los colores, para profundizar en la forma y en el
espacio
El arte, manifestación expresiva del
ser, une lo abstracto con la sensación, el sentimiento con la idea, pero cuando
el arte rebaja su entendimiento sólo a las sensaciones y los estímulos
sensoriales se vuelve arte instintivo o conceptual. En el cine muchas veces se
olvida que además del exterior, deben estar las experiencias presentes en el
mundo interior de las que se nutre la sensibilidad del creador. De este modo se
va transformando la dimensión vivencial
artística del hombre más allá de la observación directa, madurando la
experiencia trascendente en la encarnación de la Obra en la percepción interior.
De esta manera la capacitación del educador evitaría las meras apreciaciones
sentimentales y subjetivas, alejándose del sentimentalismo. Para identificar
los sentimientos humanos particulares de cada obra (sentido de universalidad),
los formadores deben contar con una preparación estética para entender la
esencia axiológica de lo bello. Por lo mismo quien cumpla la función formativa debería
experimentar también la creación.
La armonía que se trata de compartir
a través de la enseñanza artística en la praxis debiera reunir los aspectos
técnicos, estilísticos, con los contenidos estéticos de la obra, (la transfiguración
y los símbolos) pues la encarnación en los símbolos estéticos hace entender el contenido no manifiesto que permanece velado a la primera
impresión. Pues sólo la operación constante e intencionada provocaría que la intuición
axiológica se desarrolle y así se evitaría la desfiguración hacia la publicidad
o propaganda en la misma cinematografía que se ha instalado como pragmatismo al
servicio de propósitos comerciales antiestéticos.
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